Como cada principio de noviembre, la calle Feria fue de nuevo el epicentro de esa ineludible cita con una de las glorias más destacadas de la ciudad, la Reina de Todos los Santos que tomaba su calle a eso de las seis y media de la tarde, ya casi noche, pues muy poco tiempo después de salir se teñía el cielo de azul.
Este año el recorrido, clásico de esta hermandad de gloria, veía a su Reina por calles como la propia calle Feria, Peris Mencheta, la estrechez de Molino, Santa Rufina, Correduría, Cruz Verde, Palacios Malaver, Plaza de Calderón de la Barca, Amargura y Relator, una procesión en su justa media, que no se alarga en el tiempo más de lo debido y deja ese regusto lo que está bien medido.
Eran las diez menos cuarto cuando la Virgen volvía a cruzar el dintel de su sede la iglesia de Omnium Sanctorum a las órdenes de capataz Manolo Santiago con el auxilio de su hijo y auxiliares y como no la Banda del Maestro Tejera hacía sonar esa partitura ya clásica, “soleá dame la mano” cerrando así el que podría ser el penúltimo capítulo de las glorias en este año, que poco a poco termina, y que va conduciendo a los días grandes de Sevilla.
Galería fotográfica de Joaquín Galán:
Este año el recorrido, clásico de esta hermandad de gloria, veía a su Reina por calles como la propia calle Feria, Peris Mencheta, la estrechez de Molino, Santa Rufina, Correduría, Cruz Verde, Palacios Malaver, Plaza de Calderón de la Barca, Amargura y Relator, una procesión en su justa media, que no se alarga en el tiempo más de lo debido y deja ese regusto lo que está bien medido.
Eran las diez menos cuarto cuando la Virgen volvía a cruzar el dintel de su sede la iglesia de Omnium Sanctorum a las órdenes de capataz Manolo Santiago con el auxilio de su hijo y auxiliares y como no la Banda del Maestro Tejera hacía sonar esa partitura ya clásica, “soleá dame la mano” cerrando así el que podría ser el penúltimo capítulo de las glorias en este año, que poco a poco termina, y que va conduciendo a los días grandes de Sevilla.
Joaquín Galán
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